17 septiembre 2006

Volkswagen

Ella tenía todo lo que un hombre pudiera desear. Te daba alojamiento cuando la necesitabas, te acogía en las frías noches de invierno, te calentaba los fríos pies que andaron durante horas por la nieve.
Podías caminar con ella kilómetros y kilómetros y nunca se quejaba, como mucho algún que otro quejido que rápidamente tú con unas caricias de esas que tan bien sabés dar en determinados momentos subsanabas. Esas caricias se deberían poner más de moda, no sé si salen naturalmente o es que son fruto de la tensión y el miedo a la situación de poder perderla, temporal o permanentemente.
Era tu base, tu nido, tu burbuja en la que podías ver al mundo actuar sin ser cómplice directo en sus crímenes y pecados. No importaba el lugar donde estuvierais, siempre que estuviera ella contigo nada podía destrozarte porque te servía de escudo protector.
Ni que decir tiene que ella huía contigo a donde fuera y escapabais juntos por cualquier camino, ella podía cruzar cualquier sendero. Además le gustaba la aventura y no soportaba eso de anclarse en un sitio de por vida, eso es de cobardes.

La echo tanto de menos que ahora mi vida es monótona y no tiene sentido.

¿Usted cree que enamorarse de una furgoneta es tan grave, doctor?



2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Para nada, joven. Las furgonetas siempre estarán ahí, o dispuestas a que las arrglen, pero una mujer??? No esperes tanto de una nunca. Te lo dice una que las conoce bien.
Me alegro que tu viaje estuviera tan bien.
:)

00:38  
Blogger LesTaT said...

Pues habrá que ir al desgüace y encontrar los restos de lo que será una de las compañeras más próximas que he tenido.
Unas manos de pintura, unas cuantas piezas, sacarme el carnet de conducir y... a volar!

13:28  

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